El clima que se crea entre dos personas cuando se
produce una escucha activa desinteresada y natural, favorece las relaciones cómplices. Esto es consecuente de los beneficios emocionales que supone para la
persona escuchada recibir empatía, sentirse envuelta en un vínculo de comprensión
honesta y percibir lo que cala en su receptor el mensaje emitido. Esta actitud
positiva entre dos o más personas confiere una conexión que incrementará la
intimidad y confianza entre las mismas.
Como resulta obvio, todos estamos en continua búsqueda
de la tranquilidad interna. Por ello, en el entorno social más personal y privado
lo que queremos es un diálogo asertivo, que no es más que evitar dudas e
inseguridades tanto para transmitir lo que se cuenta como para recibir lo que
escuchamos de quienes nos importan profundamente. Porque desde lo auténtico y
transparente, con una óptima comunicación verbal, no verbal y paraverbal, la
facilidad para ser uno mismo y fluir está más al alcance.
Pero claro, todo lo que conlleva esfuerzo acaba
desgastando. Tan importante y enriquecedor es escuchar como ser escuchado.
Gestionar esto para dar con un equilibrio en esta herramienta, puede no ser
tarea sencilla. No obstante, es cuestión de proponérselo y hacer consciente los
tiempos usados en sus dos vertientes. Un déficit muy común es el de realizar
una interpretación previa a lo que están contando sin que haya finalizado el
turno de escucha, al igual que el famoso oír pero no escuchar. Estos dos
ejemplos podrían solventarse ejercitando la concentración en el interlocutor,
evitando los pensamientos propios que se originen en prejuicios u opiniones
anticipadas y preguntándose de forma reflexiva si lo que impulsivamente estamos
recibiendo será en realidad lo que esa persona quiere transmitir. Si a esto le
sumamos aclarar lo que más difuso llega, a través de preguntas o resumiendo lo
interpretado parafraseando partes del mensaje, la eficacia y calidad de la
escucha activa será muy alta.
A lo anterior, se suma el desfase cerebral demostrado
científicamente: el cerebro tiene una capacidad de pensamiento de entre 350 y
700 palabras por minuto. En cambio, la capacidad de procesamiento de mensajes
hablados apenas supera las 130 palabras por minuto. ¿Cómo compensamos esto?
Añadiendo pensamientos llamados “accesorios” que pueden funcionar como
obstáculo en la capacidad de escucha. Es por esto que sucede la impaciencia de querer
interpretar cuanto antes los mensajes que van llegando. Pero, como decimos, lo
suyo es ser pacientes y atender, contemplar y mimar la información y
sentimientos concedidos.
Para terminar, enunciar algunas de las ventajas que contiene
la escucha activa: permite comprender la información que se emite, permite
discernir el estado emocional del emisor, ofrece tiempo para precisar una
respuesta adecuada tras la finalización del mensaje, permite expresar las
discrepancias y, por último, suaviza las tensiones y reduce las hostilidades.
Hacer hincapié en que una escucha activa no tiene que
generarse siempre a través de la audición. Va más allá, pues es
dedicación, empatía, comprensión… una persona sorda tiene la misma capacidad de
potenciar su escucha activa que un oyente.